viernes, 19 de marzo de 2010

Eva Zöllner en el Anfiteatro Simón Bolívar


Se terminó el ciclo Kagel, y lo que más debemos señalar de la entrañable presentación de Eva Zöllner en el Anfiteatro Simón Bolívar es el programa. De nuevo, como en el Ciclo Kagel 1, se trató de un rango muy amplio de piezas. Para empezar, la obra de Kagel. Episoden, Figuren, para acordeón solo, muy probablemente la obra de Kagel que más llamaba la atención, sobre todo por poderla escuchar de manos de Zöllner, fue una pieza que la mayor parte del tiempo podríamos considerar, como bien anota el programa de mano, como una de sus obras puras. A través de momentos bien diferenciados entre sí, Episoden, Figuren se construía como una serie de bloques que, pese a su solidez, se iban entretejiendo entre sí (a veces parecía que la pieza se cortaba y que se iba a terminar ahí, sólo para ser retomada de repente y continuar el fluir de la pieza). Por otro lado, General Bass, para cualquier instrumento bajo y sonidos instrumentales continuos en la versión de acordeón de Eva Zöllner nos presentó al Mauricio Kagel que se tomaba el tiempo de preparar cambios mínimos que, no obstante, cambian radicalmente nuestra concepción del sonido. En su primera versión, Zöllner se sentó con su acordeón detrás de un biombo negro, en donde producía todo tipo de sonidos de viento de los que no podíamos identificar su fuente. Posteriormente, la única diferencia sustancial que mantenía la segunda versión con la primera era la ausencia del biombo y el poder ver a Zöllner manipular todo tipo de juguetes, como armónicas de plástico, flautas, mini saxofones, silbatos, matracas o armónicas miniatura. Esta capa aparentemente fútil e irrelevante, la de poder ver o no al intérprete e identificar las fuentes que producen el sonido, produce, como ya mencioné en posts anteriores, una redimensión de la experiencia musical (y eventualmente sonora).



Cuando Zöllner terminó de tocar la segunda versión de General Bass se me ocurrió algo que, de hecho, ya se había mencionado en la proyección de Ludwig van de boca del propio Kagel: aunque en este ciclo se contó con intérpretes sobresalientes, capaces de llevarse la noche tan sólo con su trabajo en el escenario, mientras aplaudíamos a Zöllner después de General Bass realmente estábamos aplaudiéndole a Kagel. Esto suena burdamente obvio, lo sé (y no se trata en lo absoluto de aminorar el trabajo de Zöllner), sin embargo, creo que lo increíble con Kagel es que todo su trabajo está hecho para que hable sólo, para que el sonido y su caos se muevan por sí solos. El énfasis tan especial e insistente que ponía a la interpretación como una capa que también debía leerse para comprender la pieza, realmente no hacía más que acentuar esta casi independencia del sonido del intérprete; cuando el lego ve a Theodor Ross tirando piedras en una cubeta llena de agua o a Eva Zöllner tocando un saxofón de juguete comprado en Waldo’s, lo primero que uno piensa, erróneamente, es que cualquiera, incluso uno mismo, puede hacerlo. Kagel vulneraba a grados casi ridículos el papel del intérprete. Con Kagel, podemos pensar en el sonido como algo que tiene vida propia. Solemos decir que el intérprete es algo así como el canal a través del cual se mueve el compositor, pero cuando uno escucha, ve y lee sobre las obras de Kagel, uno más bien podría acotar estos filtros y decir que el compositor argentino era el mediador para domar al caos del sonido cotidiano, y que el intérprete, aquel que se comprometía con una obra tan intelectualmente exigente, lo facilitaba al escucha, se comprometía a hacerlo aparecer una vez más. En Ludwig van, Kagel dice que Herbert von Karajan dirige a los músicos, no a la partitura, y creo que ese es el tipo de anotación que solamente Kagel podría haber subrayado, porque era uno de los muy pocos músicos que tenían esa necesidad.



Por otro lado, La Suplicante, de la compositora mexicana Ana Lara, casi se robó la noche. Sin electrónica, objetos, expresiones faciales ni nada de lo que distinguió esta segunda parte del Ciclo Kagel, la pieza de Lara, de movimientos lentos y muy pausados, como una especie de proceso de respiración amplificada, abrió espacios de una manera muy sólida; para ejemplo, recuerden las piezas del segundo concierto del Ciclo Grisey el año pasado, que generaban espacios igual de amplios pero que por su increíble levedad parecían estar al borde del desmoronamiento, como cuando uno estira un hilo y no sabe en qué momento se va a deshacer. Con esta solidez del sonido, en la que creo tuvo mucho que ver el instrumento, la pieza de Ana Lara simplemente nos devolvió a la tierra lentamente. Cosa contraria a la pieza de Gordon Kampe, Das Barcklay Syndrom oder der rote Kreis, en la que episodios contrastantes se movían a ritmos poco predecibles, sólo para separarse más cuando Zöllner pisaba unos objetos en el suelo que emitían chillidos como de juguete de perro. Y es que, el programa en general fue particularmente pausado y meditativo, de manera que la obra de Kampe vino como para volver a generar el caos que la pieza de Lara había controlado por un momento.



Para terminar, Ludwig van, pieza independiente de la película proyectada un día antes, incorporaba pedazos de partituras de Beethoven dobladas y desordenadas, en esta versión con Zöllner en el acordeón, Alexander Bruck en al viola y Juan José Bárcenas en la electrónica. Por momentos, pareciera que reconocemos al ídolo de Bonn, sin embargo, rápidamente se torna un pastiche rebuscado en el que la figura del compositor alemán se va haciendo más y más floja, hasta el grado de caerse (por momentos, escuchamos animales sobre su música). Si bien Ludwig van es independiente de la película del mismo nombre, es difícil no ver los mismos objetivos que Kagel se había propuesto en ella: cuestionar el uso de la música de Beethoven, la pertinencia de la música en el mundo y el condicionamiento de los escuchas.






Y con esto se termina el Ciclo dedicado a Mauricio Kagel y empezamos con las presentaciones de electrónica experimental, avant-rock y proyectos multimedia. Y hoy, a las 20:30 hrs. en el patio de la Antigua Escuela de Medicina tendremos la que, para muchos, es la noche más esperada de todo Radar. Se trata de una noche con cinco músicos que abarcará todos los campos. Por un lado, Jorge Haro y su trabajo completamente electrónico, que incorpora video y un trabajo sumamente cuidadoso de ubicación y procesamiento del sonido (quien dará una conferencia unas horas antes); posteriormente, Angélica Cstelló y Burkhard Stangl, quienes en una sesión de flauta de pico, guitarra eléctrica y procesamiento electrónico darán prueba de por qué son dos de los nombres más mencionados de la escena experimental austriaca. Después, el mítico Tony Conrad, una figura clave para comprender la música experimental estadounidense desde los años sesenta a la fecha, y para terminar, la Cellule d’Intervention Metamkine, un proyecto que ha levantado toda clase de expectativas por su trabajo de edición de filme y sonido en vivo, generando, literalmente, una película nueva en cada emisión. Si no se enteraron de cada uno de los artistas que se presentarán esta noche, den click abajo para más información, videos y mp3’s:


Jorge Haro


Angélica Castelló & Burkhard Stangl


Tony Conrad


Cellule d’Intervention Metamkine





Todavía quedan boletos media hora antes del evento directamente en la Antigua Escuela de Medicina; ¡no se pierdan de una noche que, sin más, prometemos será impresionante y que no dejará indiferente a ninguno de los asistentes! Trabajo totalmente electrónico, improvisación para guitarra, flauta y electrónica, un laboratorio de sonido y posteriormente todo un set de edición y proyección. ¡Nos vemos hoy en la noche!



Conferencia: Jorge Haro y Javier Piñango / Viernes 19 de marzo, 17:00 hrs. / Arteria / Entrada Libre, cupo limitado




Cellule d’Intervention Metamkine | Tony Conrad | Burkhard Stangl & Angélica Castelló | Jorge Haro / Viernes 19 de Marzo, 20:30 hrs. / Patio de la Antigua Escuela de Medicina / $200

2 comentarios:

sirako dijo...

divina ella y su sonrisa, todos queríamos pararnos a darle un beso después de que Ana lo hizo. hay que empezar a componer para acordeón, supongo.

Anónimo dijo...

Es una falta de respeto que los organizadores y directores del festival no dejen de estarse moviendo de sus lugares para socializar.

Entran tarde y hacen ruido y no guardan respeto a los músicos.

Las bocinas del evento de ayer no servian.