domingo, 14 de marzo de 2010

Con un concierto como el de Wilhelm Bruck y Theodor Ross muchos pensamos que Radar ya había terminado y eso que apenas está comenzando



Ok, es muy simple: si no asistieron hoy al primer concierto del ciclo Kagel en el anfiteatro Simón Bolívar, entonces lo echaron todo a perder y ya se les fue un recital que valió por lo menos la mitad de todo Radar. En serio, el concierto de hoy fue simplemente increíble, Wilhelm Bruck y Theodor Ross (con Alexander Bruck como músico invitado en las piezas de Kagel) desarrollaron un programa que, sin exagerar, fue uno de los más sólidos y completos de todos los recitales que ha habido en Radar (que en lo particular me recordó el de Christopher Redgate en 2005, que incluía obras de Stockhausen, Baca Lobera, Holliger y también Kagel). Quiero empezar precisamente por ahí: una de las cosas que más me llamaba la atención antes del concierto era el programa, todas las piezas resultaban sumamente atractivas. Primero: poder ver una obra para guitarra de Scelsi (a quien se le dedicó uno de los ciclos más intensos de todo Radar hace unos años) ya prometía y mucho. Segundo: el interés por escuchar Salut für Caudwell de Helmut Lachenmann no sólo radicaba en que se trata de una pieza monumental, una de las más importantes para guitarra del siglo XX, sino que la grabación de Bruck y Ross, sus dedicatarios, ha recibido cantidad de reconocimientos; con esto, no se trataba de escuchar una pieza interesante interpretada por dos grandes ejecutantes, sino de la única y mejor interpretación que se podía obtener de esa obra. Y lo mismo podía decirse de las piezas de Mauricio Kagel, con quien los guitarristas trabajaron de cerca y a quienes dedicó varias de sus obras. Todas y cada una de las piezas ya eran pretexto suficiente para asistir.


La pieza de Giacinto Scelsi, Ko-Tha (I & II), ejecutada por Wilhelm Bruck, utilizaba a la guitarra como instrumento de percusión. Lo más increíble de esta pieza es que a pesar de tratarse de un instrumento remoto en Scelsi (o precisamente por) y de ser interpretado como fue, mantenía los elementos más característicos del compositor italiano. Las disonancias, lo intenso de alternar momentos en que se sostienen sonidos casi sordos con una insistencia extraña (con esa terquedad constante que por momentos pareciera ceder sólo para regresar con más obstinación) con otros más dispersos y violentos, todo eso estaba en Ko-Tha. Uno podía preguntarse cómo se resolvería una pieza de Scelsi en un instrumento como la guitarra, y la respuesta fue un Wilhelm Bruck que, al verlo interpretar, parecía como si pasara por las cuerdas sólo de paso, en un momento sobrante entre golpe y golpe a la madera, pero en un estado de concentración como el que todas las piezas de Scelsi exigen.


Wilhelm Bruck interpretando Salut für Caudwell, de Helmut Lachenmann


Salut für Caudwell de Lachenmann representaba uno de los momentos más intensos de todo el programa. La pieza, que incorpora elementos no musicales de la interpretación de la guitarra mezclados con la lectura de fragmentos de un texto reducido a fonemas, abarca todo el rango imaginable para tocar una guitarra. No se trataba de utilizarla como medio de percusión precisamente, pero la pieza sí pasaba por partes tan delicadas que lo más con lo que uno se quedaba era con el rasgueo en todas las direcciones de las cuerdas, un ritmo tan fuera de lugar que hacía pensar en una pieza por momentos más bien percusiva. Siendo la única pieza a dos guitarras del programa, está de más hablar de lo que implica ver a los dos guitarristas al mismo tiempo. Más que recurrir al lugar común de la expresión diálogo entre músicos, al ver a Bruck y Ross ejecutando a Lachenmann uno más bien pensaba que se interrumpían con tanta precisión que ese ritmo complicado era lo que forjaba el flujo de la pieza. La pieza no permitió bajar la guardia ni un segundo, y en esta firmeza uno notaba a Salut für Caudwell como lo que era: un bloque tan sólido que requería pasar detenidamente por él para ir más allá de lo musical y entrar justo en el campo en el que Bruck y Ross se movían. Lo más increíble de este tipo de piezas (y esto aplica por igual a las de Kagel) es que a través de ellas uno logra entender y escuchar cosas que rebasan lo estético y lo musical y se insertan más en el territorio de lo artístico, y esto quedaría perfectamente ilustrado en la segunda parte del recital.


Mauricio Kagel tiene un enorme don para pensar en términos musicales elementos extramusicales

Karl H. Wörner, Stockhausen Life and Work, 1963


Wilhelm Bruck, Theodor Ross y Alexander Bruck interpretando Montage, de Mauricio Kagel



Sobre la interpretación de Soli aus exotica y Montage de Mauricio Kagel no hay mucho que decir salvo describir lo que pasó sobre el escenario. Piensen en cualquier cosa que pueda hacerse sobre un escenario para obtener sonido de alguna forma y Wilhelm Bruck, Theodor Ross y Alexander Bruck las hicieron todas. Soli aus exotica, escrita para instrumentos no occidentales, trajo al escenario todo tipo de instrumentos del mundo, sin embargo la tarde la hizo la ejecución de Montage: durante más de media hora sobre el escenario cayeron piedras, se pasaron maderas de mano a mano y después se lanzaron a un cajón (y las que no entraron fueron observadas hasta que se detuvieron completamente), se frotaron, inflaron y desinflaron globos, se golpearon bancos con sandalias de madera, se frotó un palo con guantes de cuero sobre un cajón de madera, se talló una partitura con la rotación de un motor, se habló a través de papel, se tocó un peine, se amplificó el sonido de un disco con una punta pegada a un cono de papel, se tocó una especie de perchero o rack con un arco de cello, se tocó un pandero con canicas, se tocó un acetato con un cepillo de metal, se golpearon tablas asidas a la mesa con prensas, se tiraron piedras a una cubeta de aluminio con agua, se giraron pajaritos amarrados a un palo, se tocó una guitarra con la hélice de un motor, se soplaron mangueras como gaitas, se giró una madera que generó sonido al rotar en el aire, se estiró un resorte con una lata, se tocó un clarinete. Ya desde que notamos todos los props al entrar al Anfiteatro Simón Bolívar sabíamos lo que se vendría. Bajo las indicaciones de la pieza de Kagel, Wilhelm Bruck y Theodor Ross montaron todo un laboratorio sobre el escenario que, con objetos ridículamente simples, nos abrieron los oídos y la cabeza al mostrarnos tantas maneras de producir sonido. Aunque de hecho, el sonido tenía que compartir créditos con el proceso que los generaba. En Kagel, los objetos y su uso sobre el escenario son igualmente importantes y deben ser leídos y escuchados como partes de un mismo resultado.



El ciclo dedicado este año a Mauricio Kagel apenas empieza, y continúa el próximo miércoles con la proyección de Ludwig van en Arteria. Al grano: por ningún motivo pueden perderse de Ludwig van. Si quieren, pueden olvidar que se trata de una faceta igualmente importante de la obra de Kagel, incluso se puede dejar de lado su escenografía o su reparto tan ecléctico (que incluye a gente como Robert Filliou, Joseph Beuys o Dieter Roth), pero, como tal, sea o no la película más importante de Mauricio Kagel, Ludwig van es un coctel increíblemente extravagante. Todos los interesados en el cine, la música o el arte que asistan se encontrarán con una obra absolutamente radical y novedosa que no dejará indiferente a nadie. Ya es difícil encontrar, en los lugares de costumbre, proyecciones de videoarte o de cine experimental de cualquier tipo, y la oportunidad de ver la película más significativa de un autor tan genial como lo fue Mauricio Kagel debe ser motivo suficiente para asistir.


Para ver fragmentos de Ludwig van y otros videos y filmes de Mauricio Kagel, click aquí.



Y eso no es todo para el miércoles: ¡toca la presentación del trio de Charles Gayle en el Teatro de la Ciudad! Sobre Gayle no diremos ya gran cosa, desde que se anunció su visita a la Ciudad de México en Radar la expectativa que se ha generado para los incondicionales de Radar o los devotos del free jazz ha sido inmensa. Sin embargo, sí es importante repetir lo mismo de cada año: las sesiones de improvisación y free jazz de Radar en el Teatro de la Ciudad siempre son de lo más memorable y desconcertantes (léase Bennink, Braxton, Frith o Lauren Newton), y en todas esas ocasiones muchos indecisos se quedan fuera por mera incertidumbre y se pierden de la oportunidad de ver a artistas raramente programados en México. Aún quedan boletos para ver a Charles Gayle en el Teatro de la Ciudad, no lo piensen más y vayan todos el miércoles.


Para quienes no se enteraron, lean más sobre Gayle, además de mp3’s y videos dando click aquí.



¡Y no olviden, para los que se quedaron fuera, que la segunda presentación de Huey Mecatl será el próximo martes a las 3 de la tarde!




Ciclo Kagel 3, Ludwig van / Miércoles 17 de Marzo, 18:00 Hrs. / Arteria / Entrada Libre, Cupo Limitado


Charles Gayle Trio / Miércoles 17 de marzo 2010, 20:30 Hrs. / Teatro de la Ciudad / $250, $200, $150, $100


Huey Mecatl / Martes 16 de Marzo, 15:00 Hrs. / Zona de Islas, Ciudad Universitaria / Entrada Libre, Cupo aproximado de 250 Personas

2 comentarios:

sirako dijo...

estuvo rebonito, fue como ir y venir de todos lados al mismo tiempo y luego darse cuenta de que sí, estaba pasando.

Arturo dijo...

Huey Mecatl me pareció un experimento grandioso. Bruck (Bruck 2) y Ross estuvieron soberbios. Radar está resultando muy bien, aunque sinceramente no tenía tantas expectativas como otros años. ¡Y todavía falta Boredoms, KK Null y Tony Conrad et al!